Introducción
El mundo tal y como lo conocíamos experimentó un cambio inesperado al verse inmerso en la pandemia causada por el virus SARS-CoV-2. El 11 de marzo del año 2020, la Organización Mundial de la Salud declaró oficialmente la existencia de pandemia1 y a partir de esa fecha los diferentes gobiernos fueron pautando medidas para la contención de la difusión del virus. En España, el 14 de marzo de 2020, se declaró el estado de alarma2,3 para hacer frente a la expansión del coronavirus, y una de las principales medidas fue la declaración del confinamiento domiciliario para la ciudadanía. Esta situación duró hasta el 26 de abril, fecha en la que comenzaron a flexibilizarse las medidas4 y finalizó el 21 de junio 2020 con las diferentes fases de desescalada.
Durante esos meses, el sistema sanitario se centró en la contención de la pandemia y en evitar el colapso de los centros, provocando la anulación de citas, intervenciones quirúrgicas y pruebas diagnósticas. También se objetivó una considerable disminución del número de visitas a los servicios de urgencias durante el período de cierre y confinamiento domiciliario5, aunque aumentaron las hospitalizaciones6.
Uno de los problemas de salud que puede relacionarse con la inmovilización es la enfermedad tromboembólica venosa. Dependiendo del área geográfica y del tipo de estudio, los datos de incidencia o distribución de la enfermedad son variables. En un estudio realizado con altas hospitalarias en España, entre 1999 y 2005, la prevalencia de enfermedad tromboembólica fue del 0,82% del total de altas hospitalarias7, observando una tendencia ascendente en la presencia de este problema de salud. En la valoración de sus factores de riesgo se encuentran los propios del paciente como pueden ser edad, obesidad, tabaquismo y otros, pero también hay que sumarle el riesgo ante determinadas situaciones como cirugía, fractura, cáncer activo o la inmovilización por cualquier otro motivo8. Las estrategias de prevención van encaminadas a disminuir las circunstancias externas que aumentan el riesgo de trombosis identificando a aquellas personas que presentan mayor riesgo9.
El confinamiento domiciliario de la población que se produjo debido a la pandemia de COVID-19 posiblemente alteró los hábitos de vida relacionados con la conducta alimentaria o la actividad física. El impacto de estas medidas se midió con una encuesta internacional realizada vía internet en siete idiomas. Esta encuesta valoraba esos cambios del estilo de vida debidos a las restricciones en pandemia COVID-1910. Este análisis concluyó que el tiempo diario sentado aumentó de 5 a 8 horas al día y el consumo de alimentos menos saludables también se incrementó considerablemente. A medida que aumentaba el confinamiento, el problema de la obesidad en adultos también lo hacía11. Algunas sociedades científicas y la propia Organización Mundial de la Salud publicaron materiales prácticos para fomentar la actividad física en el hogar ya que dicha inactividad puede aumentar seriamente la carga global de enfermedades cardiovasculares12. En España también se ha evaluado el cambio de actividad física durante el confinamiento con un estudio hecho en adultos sanos, donde se concluyó que sobre todo jóvenes y hombres muy activos disminuyeron la actividad física diaria, aumentando el sedentarismo13. En Italia también se valoró la inactividad física de los estudiantes14, pero ninguno de estos estudios se ha correlacionado con el incremento de riesgo o no de sufrir evento tromboembólico.
Por tanto, el confinamiento y la inmovilidad de las personas puede generar un aumento del riesgo de aparición de un evento tromboembólico. Un artículo publicado en Nature Public Health Emergency Collection valora la política de «quedarse en casa» con largos períodos de inactividad como posible causa del aumento de enfermedad tromboembólica, pero no deja de ser una opinión15. Otra publicación relaciona el efecto de tromboembolismo venoso causado por pasar una noche en un vehículo después de un terremoto16. Esta publicación hacía referencia al terremoto de Kumamoto en abril de 2016, donde muchas víctimas permanecieron en sus vehículos por el miedo a regresar a sus hogares y la incidencia de tromboembolismo pulmonar fue mayor en ese grupo de pacientes. Durante la pandemia se hicieron algunos estudios fuera de nuestro país con resultados contradictorios sobre la posible relación de este período con la presencia de eventos tromboembólicos17-19.
Considerando que es la primera vez que se ha producido una situación tan impredecible como la pandemia y que se han tenido que adoptar medidas de control como el confinamiento domiciliario que ha afectado a la movilidad de la población y, probablemente, a los estilos de vida, es preciso identificar algunas de las posibles consecuencias. Así, el objetivo de nuestro estudio fue conocer la frecuencia de eventos tromboembólicos agudos en los pacientes atendidos en urgencias de un hospital comarcal durante las primeras semanas de la pandemia de COVID-19 del año 2020 (del 15 de marzo al 30 de abril), así como comprobar si existen diferencias con la frecuencia durante el mismo período del año anterior.
Material y métodos
Se hizo un estudio retrospectivo en pacientes de más de 40 años que fueron atendidos en el servicio de urgencias del Hospital de Riotinto (Huelva) durante el período comprendido entre el 15 de marzo y el 30 de abril del año 2019 y del año 2020. El Hospital de Riotinto depende del Área de Gestión Sanitaria Norte de Huelva y abarca una población de casi 70.000 habitantes. Se trata de una zona de difícil cobertura con el centro hospitalario de tercer nivel más cercano a unos 70 kilómetros de distancia por carretera autonómica (Hospital Juan Ramón Jiménez en Huelva capital).
Se incluyeron todos los pacientes de 40 o más años atendidos en el servicio de urgencias durante el período de estudio, sin hacer ningún tipo de muestreo. Se excluyeron las personas con diagnóstico previo a la fecha de estudio de enfermedad tromboembólica (trombosis venosa profunda, tromboembolismo pulmonar), aquellas atendidas por patología traumatológica aguda, oftalmológica, otorrinolaringológica (ORL), de salud mental, obstetricia o ginecología y urología, así como las que abandonaron el servicio de urgencias antes de ser atendidas. Se incluyeron 1.245 pacientes en total (de ambos años).
La recogida de información se ha llevado a cabo a partir de una revisión de historias clínicas y de la base de datos electrónicas. El estudio se ajustó a las normas de buena práctica clínica (art. 34 RD 223/2004; directiva comunitaria 2001/20/CE), y a la protección de datos personales y confidencialidad (Reglamento Europeo de Protección de Datos, y de acuerdo con la Ley Orgánica 3/2018 de Protección de Datos Personales y Garantía de los Derechos Digitales). Todos los participantes fueron identificados mediante un código, conocido únicamente por los investigadores. Los procedimientos de aplicación y el estudio fueron aprobados por el Comité Ético de Investigación con medicamentos de Huelva (código PEIBA 0580-N-21).
El cuestionario de recogida de datos contenía las siguientes variables: fecha de la atención en urgencias, aspectos sociodemográficos (edad y género), factores de riesgo cardiovascular previos, problemas de salud previos (Clasificación CIAP-2 de la WONCA), motivo de atención, origen de la derivación (Atención Primaria, iniciativa propia, otros), consumo de medicamentos, factores de riesgo de tromboembolismo agudo (coagulopatía, proceso oncológico, cirugía mayor y patología traumatológica en miembros inferiores con inmovilización en mes previo), diagnóstico a alta de urgencias (Clasificación CIAP-2 de la WONCA), parámetros de exploración física (presión arterial, frecuencia cardíaca, saturación de oxígeno) y determinaciones analíticas.
En cuanto a la obtención y tratamiento posterior de los datos, las variables del cuestionario han sido codificadas mediante símbolos numéricos y se ha creado una base de datos específica.
Respecto al análisis estadístico, en primer lugar, se hizo un análisis descriptivo de las variables, incluyendo proporciones, medidas de tendencia central y medidas de dispersión, según la naturaleza de las variables (variables cuantitativas expresadas mediante media y desviación típica y cualitativas como porcentaje). Se estimó la prevalencia de enfermedad tromboembólica aguda y de cada una de sus formas, estableciendo la incertidumbre de la estimación con el intervalo de confianza del 95% (IC 95%). Para comprobar si había diferencias entre grupos de sujetos se utilizaron pruebas de comparación de proporciones (chi-cuadrado) y medias (U de Mann-Whitney). Para estudiar la relación entre una variable binaria y una cuantitativa, se utilizó la prueba «t» de comparación de medias en grupos independientes. Se estableció un nivel de confianza del 95% para todos los IC y un nivel de significación inferior a 0,05 para los contrastes de hipótesis.
Se utilizó un análisis multivariante mediante un modelo de regresión logística para comprobar la asociación de la variable dependiente con sus factores condicionantes, realizando un ajuste estadístico y comprobando la existencia de factores de confusión y variables de interacción. Se consideró como variable dependiente la presencia de enfermedad tromboembólica aguda. Con este análisis se estimaron los coeficientes de regresión parcial que expresaron el peso de las distintas variables independientes en la explicación de la variabilidad de la variable dependiente. Los datos se procesaron y analizaron mediante el programa SPSS versión 25.0.
Resultados
Durante el período de estudio, se incluyeron un total de 1.245 pacientes que cumplieron los criterios de inclusión. Frente a las 797 personas del mismo período del año 2019, se atendieron 448 en 2020, mostrando un descenso del 43,79%. El 51,1% del total fueron mujeres y la edad media fue de 71,2 (DE: 13,7) años. La media diaria de visitas atendidas en urgencias de personas mayores de 40 años que cumplían criterios de inclusión fue 16,0 (rango: 4-31 visitas al día), siendo significativamente superior en 2019 respecto a 2020 (18,8 visitas frente a 11,0; p < 0,01). En la tabla 1 se muestran las características generales de los participantes en función del año en el que se prestó la atención sanitaria.
Respecto a la comorbilidad de los participantes, el problema de salud más frecuente que presentaban fue la hipertensión arterial (59,3%), seguido de dislipemia (41,3%), diabetes (24,7%), fibrilación auricular (18,6%) y enfermedad respiratoria (14,9%). El número medio de comorbilidades fue de 2 (DE: 1,8), sin diferencias entre los dos años estudiados. El 30,6% de la muestra presentaba tres o más enfermedades. En la tabla 2 se muestran las patologías más habituales que presentaban los participantes como antecedentes personales.
El número medio de fármacos consumidos fue cinco (DE: 3,9), siendo significativamente superior en los participantes del año 2020 respecto a los del año 2019 (5,4; DE: 4,1 frente a 4,8; DE: 3,7; p = 0,035). Un 52,4% de los participantes consumía cinco o más medicamentos, con un porcentaje superior en los pacientes atendidos en 2020 que en los de 2019 (56,5% frente a 50,2%; p = 0,033).
Como se observa en la tabla 3, los principales motivos de consulta durante el período de estudio de 2020 no fueron significativamente diferentes de los del año anterior, excepto los relacionados con infección por el virus SARS-CoV-2 y síntomas como la tos y el dolor abdominal (p < 0,05). Los principales motivos de consulta fueron disnea (13,8%), dolor abdominal (13,5%), dolor torácico (10,6%) y fiebre (6,3%).
Los diagnósticos al alta del servicio de urgencias más frecuentes durante los dos años fueron dolor torácico (5,6%), fibrilación auricular (4,2%), infección respiratoria no COVID (3,9%) y dolor abdominal (3,7%), sin diferencias entre ambos años (tabla 4).
Respecto al riesgo de presentar eventos tromboembólicos agudos en pacientes atendidos en urgencias durante el período comprendido entre el 15 de marzo y el 30 de abril de 2019 y de 2020, fue de 0,7% de trombosis venosas y de 0,8% de tromboembolismo pulmonar en los dos años (tabla 4). La prevalencia de embolismo pulmonar fue significativamente superior en 2020 que en el mismo período de 2019 (1,6% frente a 0,4%; p = 0,024). La frecuencia de eventos trombóticos venosos fue superior en el período estudiado de 2020 respecto al del año 2019 (1,35% frente a 0,4%; p = 0,054). La prevalencia de la variable compuesta por eventos tromboembólicos agudos (tromboembolismo pulmonar + trombosis venosa) fue significativamente superior en el período estudiado del año 2020 que en el de 2019 (2,9% frente a 0,8%; p = 0,003).
La frecuencia de eventos trombóticos venosos fue significativamente superior en mujeres que en hombres (1,3% frente a 0,2%; p = 0,023). No se observaron diferencias respecto al género en la prevalencia de tromboembolismo pulmonar ni en el conjunto de eventos tromboembólicos agudos. Ninguno de los pacientes diagnosticados de COVID-19 presentó eventos tromboembólicos agudos durante el período estudiado de 2020.
Mediante regresión logística, solo el año en el que se prestó la atención fue una variable asociada de forma independiente a la presencia de un evento tromboembólico agudo en pacientes atendidos en el servicio de urgencias (odds ratio [OR]: 4,022, IC 95%:1,52-10,68, p = 0,005). En la tabla 5 se muestran los resultados del análisis multivariante.
Discusión
El término confinamiento, según el Diccionario de la lengua española, hace referencia al aislamiento temporal y generalmente impuesto de una población, una persona o un grupo por razonas de salud o seguridad. En el caso de la pandemia por la COVID-19, se produjo en la población mundial y española durante los meses de marzo a mayo de 2020. Nuestros resultados muestran un incremento de la frecuencia de eventos embólicos venosos en 2020 frente al mismo período del año 2019, a pesar del descenso en el total de pacientes adultos atendidos durante 2020. Este hallazgo no parece tener relación con la presencia de infección por el virus SARS-CoV-2, pues ningún paciente con enfermedad tromboembólica había sido diagnosticado de dicha infección, además el área geográfica en la que se llevó a cabo el estudio no presentaba una elevada incidencia de casos durante las primeras semanas de pandemia20. El 15 de marzo, la incidencia de casos por 100.000 habitantes en la provincia de Huelva era de 2,6 frente a 19,6 del territorio español, y al final del período estudiado, del 11,2 frente al 63,78. Por tanto, es posible que la aparición de eventos tromboembólicos agudos se asocie a la limitación de la movilidad de la población durante el confinamiento y a los cambios en los estilos de vida, especialmente en la actividad física y el sedentarismo.
Al considerar las posibles explicaciones de esta relación entre el confinamiento y la patología tromboembólica aguda, podría ocurrir que la presencia asintomática de infección por el virus SARS-CoV-2 pudiera justificar nuestros resultados, pues existe evidencia de la relación entre la COVID-19 y la presencia de trombocitopenia y de fibrinógeno y Dímero D elevados, condicionando un mayor riesgo de trombosis21 y una respuesta hiperinflamatoria del organismo22. Sin embargo, ningún paciente con evento tromboembólico del estudio fue diagnosticado de infección por SARS-CoV-2 ni se le hizo test diagnóstico. Por tanto, el cambio negativo de los comportamientos en salud relacionados con la actividad física sí puede estar implicado en esta relación entre confinamiento y tromboembolismo. Estudios previos han analizado esta posible relación, observando su existencia, aunque se trata de pocos casos y no se identificó el tiempo necesario de reposo sin hacer actividad para producir enfermedad tromboembólica23. Otro estudio de casos y controles, hecho en 2013, observó una asociación débil entre el tromboembolismo venoso y la inmovilidad prolongada relacionada con el trabajo y el uso del ordenador, con un aumento promedio de horas sentado asociado a un mayor riesgo de tromboembolismo venoso24. Un estudio hecho en Francia para valorar la influencia de la pandemia de COVID-19 en las hospitalizaciones por embolismo pulmonar mostró un aumento al compararlo con años previos, a pesar de la disminución de las hospitalizaciones en general18. Otras investigaciones hechas durante la pandemia han mostrado resultados discordantes con los de nuestro estudio. Así, un estudio hecho en Austria comparó el número de pruebas de diagnóstico por imagen por sospecha de embolia pulmonar entre las semanas de confinamiento domiciliario de los años 2018, 2019 y 2020, identificando una menor incidencia durante los meses de pandemia25. Asimismo, otro estudio llevado a cabo en el Reino Unido también concluyó que no existía una diferencia significativa en las características de pacientes con trombosis venosa profunda y que el confinamiento nacional no afectó a la incidencia de la enfermedad26. En Francia, otro estudio mostró disminución significativa de personas con tromboembolismo pulmonar o trombosis venosa profunda durante las dos primeras semanas de confinamiento19. Por el contrario, también hay estudios previos con resultados coincidentes con los nuestros, demostrando un incremento de la incidencia de eventos tromboembólicos o de enfermedad tromboembólica tras la restricción de la movilidad27,28.
Respecto a la asociación entre el género y la patología tromboembólica, hemos comprobado una mayor frecuencia de trombosis venosas profundas en mujeres que en hombres, aunque no hubo diferencias en la frecuencia de embolismo pulmonar ni en el conjunto de eventos tromboembólicos agudos. Estudios previos han mostrado diferencias en la aparición de tromboembolismo venoso relacionadas con el género, aunque variaba en función de la edad, pues la incidencia era algo superior en las mujeres durante los años fértiles, mientras que después de los 45 años aumentaba en los hombres29.
Por otra parte, nuestros resultados muestran una importante disminución del número de personas mayores de 40 años atendidas en el servicio de urgencias durante el período de estudio de 2020 respecto al de 2019. Estos datos son coincidentes con los de estudios previos en los que también se observó una importante caída de la demanda de atención en los servicios de urgencias hospitalarios30. Esta caída en la demanda asistencial se produjo en la mayoría de los sistemas sanitarios, y ocurrió tanto en urgencias del ámbito hospitalario como extrahospitalario31,32. La situación de pandemia y las medidas implementadas, junto, posiblemente, con la percepción de riesgo por parte de la población, pueden explicar, al menos en parte, esta significativa disminución en la demanda de asistencia. Sin duda, la actuación de Atención Primaria durante la pandemia también fue determinante en esta disminución del número de asistencias en los servicios de urgencias, tanto por COVID-19, pues la gran mayoría eran diagnosticados por los especialistas en Medicina Familiar y seguían en su domicilio33, como en el resto de las patologías.
En cuanto a otras patologías frecuentes en los servicios de urgencias hospitalarios, la reducción de los diagnósticos al alta en 2020 respecto al año anterior en patologías como la cardiopatía isquémica, agudización de insuficiencia cardíaca o de enfermedad pulmonar obstructiva crónica es concordante con estudios previos hechos en nuestro país, tanto en ámbito hospitalario como extrahospitalario34-36.
Los pacientes que acudieron a urgencias en 2020 presentaban un mayor consumo de fármacos respecto al mismo período en el año anterior. Podría indicar que la complejidad de los pacientes atendidos en pandemia era mayor, atendiendo a que la polifarmacia puede asociarse con mayor mortalidad37, sin embargo, el número de comorbilidades no fue diferente entre ambos períodos.
La disminución del número de consultas atendidas durante 2020 puede ser una limitación de nuestro estudio, pues modifica el denominador de la proporción de eventos embólicos diagnosticados, alterando la comparación de proporciones entre los dos años. Sin embargo, el número absoluto de patologías tromboembólicas también fue superior en el año de la pandemia. Además, desconocemos el sentido en el que hubiera evolucionado la aparición de nuevos eventos, pues en otras patologías con sintomatología que también suele alarmar a los pacientes para solicitar asistencia como la cardiopatía isquémica se ha demostrado una disminución del número de casos diagnosticados38, y podría haber ocurrido lo mismo con los eventos tromboembólicos, lo que hubiera incrementado todavía más la proporción observada en nuestro estudio en el año de la pandemia. El propio diseño retrospectivo puede implicar la presencia de sesgos de información, aunque los registros consultados proceden de las historias clínicas y se trata de datos relativamente recientes. Además, los diagnósticos utilizados siguen criterios estandarizados, por tanto, las diferencias observadas posiblemente se deban a datos verdaderos. Otra limitación se debe a la ausencia de datos individualizados relacionados con la inactividad física o el sedentarismo. Además, el estudio se basa en la asistencia de pacientes en la sanidad pública, por lo que puede estar limitado por la falta de inclusión de algunos pacientes que hayan acudido a dispositivos de ámbito privado o incluso no hayan acudido a los servicios de urgencias durante la época pandémica. Asimismo, algunos pacientes de esta zona geográfica podrían haber acudido a otros hospitales, aunque se trata de una región de difícil acceso y el hospital más próximo se encuentra a 70 kilómetros a través de carreteras autonómicas. Por otra parte, las características del área en la que se hizo el estudio podrían dificultar la extrapolación de los resultados, pues se trata de una zona de baja incidencia de COVID-19 comparada con otras del territorio nacional y la presión asistencial fue también inferior, sin embargo, la declaración del estado de alarma se produjo como en el resto del país y las posibles repercusiones del confinamiento posiblemente no sean diferentes a las de otras áreas sanitarias.
Por último, consideramos de interés resaltar que es preciso seguir analizando los diferentes aspectos de la pandemia y de las medidas adoptadas. Por tanto, es preciso conocer, además de los efectos beneficiosos de algunas medidas orientadas al control de la propagación de la infección como el confinamiento de la población, que existen consecuencias menos positivas derivadas, al menos en parte, de los cambios de conductas de salud asociados a estas medidas. Una revisión sistemática publicada recientemente relacionó la inactividad física, el estilo de vida sedentario y los malos hábitos alimentarios con el aumento de obesidad durante la pandemia de COVID-1939. Otro metaanálisis mostró que el aumento del tiempo de sedentarismo durante la pandemia se correlacionó de forma negativa con la salud mental y la calidad de vida independientemente de la edad40. Investigaciones futuras deben seguir estudiando posibles soluciones para los problemas detectados durante el confinamiento, tanto relacionados con sus efectos perjudiciales en la salud como en la propia asistencia sanitaria.
En conclusión, el confinamiento decretado durante las primeras semanas de la pandemia de la COVID-19 se relaciona con un aumento del riesgo de presentar eventos tromboembólicos agudos en personas mayores de 40 años, a pesar de la disminución de la demanda de asistencia de la población en servicios de urgencias por motivos diferentes a la infección por el virus SARS-CoV-2. Probablemente, durante el período de confinamiento, la población disminuyó su actividad física y, por lo tanto, incrementaron la probabilidad de desencadenar problemas agudos tromboembólicos. Es posible, incluso, que esta frecuencia de eventos agudos durante el confinamiento pudiera ser superior si no hubiera disminuido la demanda de atención sanitaria, pues algunos procesos con síntomas más leves podrían no haber sido valorados clínicamente en ese momento y hubieran podido quedar sin diagnosticar. Se necesitan más estudios para determinar de forma concluyente si la inmovilidad causada por un evento como una pandemia puede relacionarse con dicho aumento y se valora de manera positiva la promoción de estilos de vida que eviten el sedentarismo y promuevan la disminución del riesgo cardiovascular de la población, sobre todo en momentos de limitación de la movilidad exterior.
Agradecimientos
A todos los participantes en este estudio, y a Juan Jesús Rosado Cabral y Julia García Gozalbes por su colaboración.
Financiación
Este trabajo no ha contado con financiación.
Conflicto de intereses
Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.
* MIEMBROS DEL GRUPO DE INVESTIGACIÓN AGS NORTE DE HUELVA
- Aguas Santas Benítez La Fuente
- Laura Carbajo Martín
- Marta Delgado Moya
- Celia Domínguez Rite
- Ana García Durán
- Ester Martín Brioso
- Inmaculada Martín Santos
- Esperanza Macarena Ortega Hidalgo
- Juan Jesús Rosado Cabral (Fundación Andaluza Beturia para la Investigación en Salud [FABIS])
- María José Rosende Domínguez
- Jacqueline Trueba Carreón
- Noelia María Trujillo Díaz