Es un valle excavado por un glaciar que luego ha sido invadido por el mar, dejando agua salada. Normalmente son largos, estrechos y de gran profundidad, y están bordeados por empinadas montañas, que nacen bajo el nivel del mar. Se forman cuando un glaciar llega al mar y se derrite. Esto deja a su paso un valle, que queda inundado por el mar al retirarse el hielo.
Ángeles, de 61 años, acude a la consulta para que se le prescriba rivastigmina. Muestra un informe del neurólogo que pone lacónicamente: «Deterioro cognitivo primario leve-moderado».
La acción de un glaciar ha cubierto el valle de agua salada, que se ha hecho más profundo…
Ángeles presenta desde hace más de 25 años un cuadro clínico que ha recibido diferentes diagnósticos: depresión crónica/atípica, distimia, trastorno adaptativo depresivo, así como ansiedad, somatizaciones, crisis de angustia, y neurosis de renta.
En estos últimos 25 años ha estado siendo vista por diversos y sucesivos psiquiatras en consultas externas del hospital psiquiátrico, y ha seguido numerosísimos tratamientos con diferentes antidepresivos solos y en variadas asociaciones (fluoxetina, maprotilina, imipramina, moclobemida, perfenacina, imipramina, clomipramina melitraceno, flupentixol, venlafaxina, nefazodona, sertralina), benzodiacepinas (clorazepato, lorazepam, bromazepam, lormetazepam, flurazepam) y antipsicóticos (tioridacina, sulpirida, clorpromazina, haloperidol, olanzapina, risperidona, ziprasidona). Además de metilos activos en inyectable. Todo ello en muy diversas combinaciones, y repitiendo fármacos de forma cíclica al ser atendida por nuevos psiquiatras.
El fiordo de Ángeles es de gran profundidad y está rodeado de montañas…
Ha presentado períodos de leve mejoría y empeoramiento que han motivado bajas laborales (es limpiadora) muy frecuentes y, en ocasiones, de larga duración, que durante un tiempo parecía forzar. Ahora está a punto de cumplir el período de baja para pasar por el tribunal de invalidez; está, desde meses, reuniendo informes para esta previsible invalidez.
Si debido a un movimiento de inmersión de las tierras el mar ha penetrado en ellas, se originan los fiordos, rías de tipo especial, muy profundas y laberínticas.
En los últimos 15 años es visitada en la misma consulta. Ha realizado numerosas visitas, motivadas por muy diversos síntomas y signos, como:
«Tengo nerviosismo, estoy todo el día comiendo, tengo sudores, mareos, temblores, nudo epigástrico, cefalea, prurito, dolor torácico, dolores de músculos… Tengo síntomas como cuando a uno le sube el azúcar, tengo cansancio, tengo mal carácter, estoy agresiva, discuto con mi marido, me duelen las articulaciones, tengo sofocos que se me ponen peor con los nervios, estoy casi todo el día acostada, me duele la espalda, mis nervios no tienen arreglo, todo me parece mal por la mañana, con más tristeza; no puedo trabajar, me sienta mal la leche porque tengo mal el hígado, tengo fatiga, tengo pesadez de estómago y ácidos, muchos medicamentos me sientan mal…».
A veces no contesta cuando se la llama, no coge el teléfono en ocasiones; solo quiere estar sola sin moverse de casa; la medicación se la prepara el marido. No puede cocinar porque se olvida de apagar el fuego… Se le quema la comida… No recuerda lo que ha de comprar en la tienda… El psiquiatra aconseja enviar al neurólogo para que le haga una tomografía axial computarizada (TAC), que resulta normal.
Un año después, el psiquiatra vuelve a solicitar que sea enviada a neurología por «deterioro cognitivo».
En este intervalo, se le ha diagnosticado diabetes mellitus, hipercolesterolemia e hipertrigliceridemia, así como hipertransaminasemia, y ha visitado en diversas ocasiones a varios especialistas (endocrinólogo, traumatólogo, digestivo, reumatólogo —que le ha prescrito un bifosfonato—) y acudido numerosísimas veces al servicio de urgencias, además de hacer otras visitas a médicos particulares… Toma muchos fármacos: metformina, glibenclamida, estatinas, antinflamatorios no esteroideos, omeprazol, etc.
«No puedo hacer la dieta por los nervios».
Cada fiordo es diferente, pero todos ellos son espectaculares. Cada vez que das una curva, encuentras un paisaje diferente y arrebatador…, pero peligroso.
Ángeles está casada con Ignacio, que ha trabajado como peón y que deja claro en cada consulta que ella «está mal de la cabeza…». Tienen tres hijos: Juan, casado y con dos hijos, que vive en un pueblo cercano; Carlos, casado y con dos hijos, que vive en Bilbao, y Raúl, el menor, casado y con un hijo.
El médico se siente arrastrado por las corrientes heladas del fiordo, las peticiones de consultas a especialistas, los tratamientos de estos, y la pasividad de Ángeles, que solo repite: «Estoy muy mala…».
Navegamos por los fiordos entre grandes icebergs... Y al fondo, el fiordo de color azul.